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Energía


Todo desarrollo industrial requiere consumo de energía. Aún si logramos superar a tiempo al Capitalismo a escala mundial, y salvar el Planeta, las energías no renovables no podrán ser sustituidas totalmente de inmediato. La meta de los pueblos es un desarrollo socialmente solidario y ambientalmente sustentable, pero no podemos de golpe detener algunos procesos extractivos y hasta contaminantes sin producir un colapso aún mayor en las penurias de la mayoría de la población mundial.

El cambio social debe ser radical, y hay pocas décadas más para decidirlo: o se hunde el Capitalismo o se extingue la vida humana en el Planeta. Pero el cambio de la matriz energética, que es imprescindible, no será tan inmediato. Transferida su posesión a un Gobierno popular, el ritmo de sustitución de la matriz energética tradicional debe responder a las posibilidades concretas de cada momento concreto. Por suerte, ya hay experiencia mundial acumulada que demuestra que este cambio de matriz energética es viable en menor tiempo de lo que se suponía.

Bajo el Capitalismo las grandes fuentes productoras de energía tienen dueño, como lo tienen todos los Medios de Producción. Ahora las grandes trasnacionales invierten en energías renovables para que la oferta renovadora también sea privada y lucrativa.

Pero ya en el siglo XX algunos Estados capitalistas comprendieron que era conveniente la propiedad estatal de estas fuentes, para garantizar el desarrollo soberano y sin presiones externas, de la industrialización privada local. En el Uruguay batllista, entre otros servicios públicos, fueron estatizadas las fuentes de electricidad, tanto las térmicas como las hidráulicas, y se estableció que la refinación de petróleo debía ser monopolio estatal. Una flota petrolera estatal traía el petróleo comprado en el extranjero.

Bajo los gobiernos del FA, desgraciadamente, comienza un proceso de privatización uniformemente acelerado. Se saquean las empresas estatales haciéndolas ineficientes y costosas, para justificar el reclamo neoliberal de cerrarlas. Se tercerizan (o se desguazan para luego privatizar) las distintas fases de producción y distribución de energía. El mantenimiento y el cobro de facturas también se privatiza.

El Gobierno se compromete a comprar la energía excedente a las trasnacionales de la celulosa, que así, además de saquearnos, hacen negocio adicional y aumentan nuestra deuda pública. Algo similar ocurre con el parque eólico en expansión. Actualmente el 40% de la energía que consumimos es de fuente eólica, y eso sería excelente si los parques eólicos no fueran privados y no nos cobraran la energía a precios elevados, que el Gobierno se compromete a pagar y que de esta forma produce un aumento indirecto de la deuda pública con privados.

Pero además, el Gobierno, en su afán privatizador, regala a las empresas de los parques eólicos privados (directa e indirectamente) más dinero que el que necesitaría para construir su propio parque eólico. El 70% de la inversión privada en esta área es cubierta por préstamos del BROU a las empresas; sólo el 30% son fondos empresariales propios. A los 5 años se recuperó totalmente la inversión y se devolvió el préstamo; desde ahí todo es ganancia privada asegurada.

Lo mismo va a ocurrir con la energía foto voltaica, ahora en expansión, si no hay un cambio en la orientación del Gobierno, cambio que sólo la UP puede asegurar, y que puede adelantar ya parcialmente con una fuerte bancada sumada a la movilización sindical y popular.

Hoy todo es perverso. Con las tarifas que pagamos a ANTEL, se construyó ANTEL Arena, que funciona en régimen de derecho privado. Se argumenta que su elevado costo (el doble de lo estimado) y el lucro privado de su gestión se justifican porque es “para el disfrute de todos los uruguayos”, y en realidad, es un espacio deportivo - cultural muy moderno. Pero un amigo de Bella Unión me comentaba: “Si ANTEL Arena es para todos los uruguayos, que ANTEL me pague el pasaje a mí y a mi familia para disfrutar de un espectáculo allí; mientras no lo haga, yo seguiré pensando que hubiera sido mejor una rebaja de tarifas”.

La lógica popular es sabia. Ojalá pueda tener una visión de conjunto sobre la causa de fondo de todo lo que está mal. Cuando esto se logre, cuando lo logremos, con un esfuerzo redoblado de energía popular, estaremos más cerca de aquella meta artiguista: la pública felicidad.

(*) Maestro e historiador, candidato a la Presidencia de la República por Unidad Popular.

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